- por Natalia Mamaní (Estudiante de Cs. de la Comunicación) para el Diario del Juicio
Fotografía: Mikaela Domínguez
La audiencia tardó en comenzar; la sala estaba lista y los
jueces sentados dispuestos a dar inicio a los testimonios. Estaban todos… menos
los imputados; dicen que la lluvia les había impedido llegar a tiempo.
Finalmente a las 10:50 se inició la audiencia y por la mañana declararon Juliana
Torrente, Segundo Delfín Vera, Víctor Villagra, Carmen Mercedes Torrente,
Virginia del Valle Torrente y Julio Campillo.
La primera en declarar fue Juliana Torrente, una de las
hermanas de José Cayetano Torrente, muerto en la cárcel de Villa Urquiza. Se
presentó diciendo: “A Dios hay que darle lo que es de Dios, y al César lo que
es del César. Vengo a darle al César lo que es del César.”
Luego brindó su testimonio Segundo Delfín Vera, quien fuera
médico del penal de Villa Urquiza. Desde 1962 hasta 1987 atendía en el
consultorio de la cárcel; tenía horarios fijos. Pero él asegura que no atendía
a los del pabellón “de los subversivos o
de los extremistas” como los llamó. Quienes atendían ese sector eran médicos de
la Policía y del Ejército. Esto muestra que Villa Urquiza funcionaba además de
cárcel, como centro clandestino de detención.
Vera declaró haber sido llamado por personal de la cárcel en
horas de la noche del día en que fue asesinado Torrente. Narró que cuando llegó
a Villa Urquiza lo llevaron hasta antes de llegar a los baños; allí había un
charco de sangre donde se encontraba el cadáver de Torrente con heridas
punzantes tipo “ojal” que definió como aquellas que se hacen con arma blanca de
doble filo.
También expresó que fue llamado desde el penal para hacer un
certificado de defunción de otra víctima, Juan C. Sutter. Describió que lo
llevaron a una celda en la planta baja y ahí estaba el cadáver de Sutter en una
especie de cama sin presentar ninguna herida. También narró que pidió realizar
una autopsia que no saben si la hicieron.
En Villa Urquiza también había mujeres y hubo partos según aseguraron
anteriormente varios testigos. “Escuchaba
llorar a las mujeres” dijo Víctor Villagra, otro de los testigos que brindaron
ayer su testimonio. Y el Dr. Vera también
había manifestado escuchar rumores de la presencia de mujeres en el penal,
aunque no presenció partos.
También testimoniaron las otras 2 hermanas de José Torrente
(víctima de la causa), Carmen Mercedes y Virginia Torrente. Relataron cómo fue
el secuestro que vivieron junto a su primo y dónde también estaba José
Torrente. El 9 de diciembre de 1975, a la madrugada, voltearon la puerta de su casa, entraron
hombres de civil y militares con armas. Los amenazaron, interrogaron,
ejercieron violencia verbal y física
Los subieron a todos a una camioneta y primero los llevaron
a buscar a Liliana Berarducci quien era novia de José Torrente en ese entonces.
La violencia siguió durante el trayecto en el que iban vendados. Virginia
cuenta que decían “bajalo a este y matalo” y paraban la camioneta, una táctica
para mantenerlos asustados. Estas tácticas eran bastante usadas por los miembros
de la fuerza.
En relación a estas
amenazas, Víctor Villagra también declaró que Bussi y Abbas decían “mañana los
vamos a fusilar a todos los subversivos” y mandaban a un oficial a que los
cuente “1,2,3, 4 a estos cuatro los vamos a fusilar mañana”
A los Torrentes junto a otras personas los llevaron a la
escuelita de Famaillá donde las tres hermanas le pierden el rastro a José Torrente.
Cinco días después Juliana, Mercedes y Virginia Torrente son liberadas en la
Roca y Colón. Vuelven a su casa, que estaba destruida, se habían robado todo.
Sus padres estaban despiertos, no preguntaron nada solo las abrazaron, cuenta
Virginia con la voz temblorosa y al parecer las manos sudadas por la adrenalina
de tener que revivir esas sensaciones. Virginia en ese entonces tenía novio,
dejó todo, tenía miedo, se sentía perseguida, según contó al Tribunal.
Tiempo después se enteran de que José Torrente estaba en la
cárcel de Villa Urquiza. Fueron a visitarlo le llevaron una frazada para que no
pasara frío. El 1 de mayo de 1976 se suspendieron las visitas y 25 días después
los llamaron para avisar que José Torrente estaba muerto. Pidieron autorización
para que les entreguen el cuerpo pero no se la concedieron. El cuerpo del “Chiqui”
Torrente tal como se lo conocía, estaba en el Cementerio del Norte
tapado con la misma frazada que le habían llevado tiempo atrás. Las tres
testigos coinciden en que su hermano había sido degollado.
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